Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? Salmo 15:1
Aquí el salmista se dirige a Jehová haciéndole dos preguntas muy directas. No se dirige a ningún hombre ni a ninguna persona en particular para hacer estas preguntas. Le pregunta solo a Dios. Hay preguntas en esta vida a las cuales solo Dios puede tener la respuesta. Las respuestas que nos puedan dar los hombres pueden inducirnos a error.
Aquí se hacen dos preguntas que podemos decir que lo son en una y que tienen trascendencia y proyección eterna. Al igual que el salmista cada uno de los creyentes deberíamos preocupamos por hacemos estas preguntas en nuestra vida; y lo mas importante, debemos con ahínco buscar la respuesta que Dios nos da a través de su Palabra, porque como hemos dicho antes, son cuestiones vitales para cada uno de nosotros. Y con estas preguntas no queremos poner nombres, ni rostros, ni personas. Ninguno de nosotros tiene competencias, autoridad o potestad para decir quien estará en las moradas eternas. Esa es una cuestión que solo pertenece a Dios. Pero sí debemos de investigar que requisitos, que cualidades, que características deben de cumplir aquellos que quieran estar junto al Padre Celestial.
No olvidemos nunca que somos salvos por gracia. Cristo dió la vida por cada uno de nosotros, pagó un precio incalculable, inmedible. Pero ojo, esto no nos da derecho a vivir la vida cristiana de cualquier manera, y la vida cristiana debe de estar presente en todas las facetas de nuestra vida diaria (trabajos, familias, estudios...) No se trata de cómo vivimos las dos horas de culto del jueves o del domingo. Podemos recordar infinidad de textos que nos advierten sobre el peligro de dar por ganada la carrera que tenemos por delante y que nos conduce al Padre. Recordad "no tengáis en poco una salvación tan grande", "No todo el que me dice Señor Señor entrara en el reino de los cielos" y otros muchos que ya conocéis. Tan malo es la inseguridad de no tener la salvación como la seguridad de tenerlo todo hecho.
Hay muchas corrientes, y últimamente más, que manifiestan y dicen que, al final, Dios va a tener misericordia de toda la humanidad y va a salvar a todo el mundo. Esto cada vez lo dicen y lo creen más creyentes. Por favor, que no te engañe el diablo. Todavía no he encontrado en la Biblia nada que me indique esto, sin embargo, si se nos dice que todo hombre y mujer tendremos que dar cuentas a Dios de toda nuestra vida.
¡Como podemos pensar ni por un momento que por ejemplo, personajes tristemente históricos por sus atrocidades, crímenes y asesinatos puedan estar al Iado del Santo y Limpio por excelencia!
Cada uno de nosotros debemos de dedicar tiempo, fuerza, inteligencia y ganas en saber cómo debemos de vivir, de comportamos y de actuar en esta vida para tener continuación en la venidera.
Por favor, tómate en serio estas cosas y pregúntate cada día ¿Quién morará en el monte santo junto al Santo? No para crearte dudas, ni mucho menos, sino para vivir de acuerdo a lo que el Padre espera de nosotros. En este corto pero inmenso Salmo se nos dan algunas pautas para estar firmes en esta carrera que nos ha de conducir al Cielo:
1.- "El que anda en integridad y hace justicia". No podemos ni debemos de meditar la Palabra de Dios de carretilla, con prisas, sin detenemos ni tan siquiera en entender el significado de las palabras. ¿Qué quiere decir la palabra "integridad"? Quiere decir honradez y rectitud, o sea, el que anda en honradez y rectitud. O sea, que aquí tenemos una de las características que deberíamos tener los creyentes. Debemos procurar en todo momento andar con honradez y rectitud en una sociedad donde estas actitudes, estos comportamientos se desconocen totalmente. Si somos capaces de conducimos así, a pesar de nuestras caídas y res balones, seria un testimonio impactante para las demás personas.
Hemos de esforzarnos en andar y actuar rectamente en este mundo donde se han perdido de una manera alarmante los valores morales y éticos, los buenos modales, los buenos hábitos y costumbres. No os estoy diciendo nada bueno, lo estamos viviendo cada día. ¿Creéis que no es importante para el mundo y para nuestro testimonio personal andar en nuestra vida diaria con honradez y rectitud? Tenemos que ser luces en medio de las tinieblas, limpios en medio de tanta impureza, cabales en medio de tanta locura, sensatos en medio de tanta insensatez, justos en medio de tanta injusticia. Y precisamente de esto hace mención la segunda parte del versículo "hace justicia". Casi nada, hacer justicia en un mundo lleno de verdaderas injusticias. Estamos rodeados a todas luces de injusticias de todo tipo e índole. No somos llamados a ser jueces, sino a ser justos, rectos y honrados. Tenemos que vivir nuestra vida con la mayor justicia posible con los demás, en nuestras acciones y en nuestras decisiones. Y como es natural, no en nuestra justicia. Debemos de buscar con esmero, dedicación, dirección y guía a través de la bendita Palabra.
Ya sabes, ¿Quien morará junto a Dios? El que anda en integridad y hace justicia.
2.- "Y habla verdad en su corazón" Pero, ¿Es que entre la mayoría de los humanos la verdad existe? Ya no se trata de un ámbito religioso. Nosotros como cristianos sabemos que sólo Jesús es el camino, la verdad y la vida. Me refiero a la convivencia diaria, al ejemplo que nos dan las autoridades, los personajes famosos, esos que salen en todos los medios de comunicación y que quieren que sean nuestros modelos, nuestros ejemplos a seguir. Te pones a seguir a todos estos personajes de renombre y descubres que todos son mentiras y mas mentiras. Como se dice coloquialmente, “donde habían dicho digo, ahora dicen diego”, se sacan los trapos sucios en público y sin ningún pudor o vergüenza. Todo se basa en un interés económico, material o partidista.
Vuelvo a repetir, con este panorama que estamos viendo y en el que estamos viviendo, el creyente debe, ante todo, ser conocido por su sinceridad y por su verdad. A nuestras palabras deben de sobrarles acompañantes como "te lo juro”, “que me muera si te miento" nuestras palabras deben de tener taI sinceridad que les sobre todo esto. Para ello, debemos de sembrar en todo momento y a lo largo de toda la vida palabras y comportamientos de verdad. Hemos de ser conocidos y reconocidos por nuestra sinceridad. Si actuamos así, de seguro que seremos buenos testimonios en medio de tanta mentira y de tanto engaño.
Recuerdo que muchas veces nuestros padres y nuestros abuelos contaban que hace ya años, los tratos y los acuerdos se sellaban con la mano y con el compromiso verdadero de las personas, y salvo algunas ocasiones, cada uno cumplía con lo que había dicho. ¡Total, igual que hoy día, que es con papeles y todo el que puede engaña!
Y ojo, dice “el que habla verdad en su corazón”. O sea, no de cara a la galería, no de cara a los demás. El que habla sinceramente para bueno o para malo, el que es sincero se toque la cuestión que sea. Nos falta tiempo, pero podríamos citar muchos textos donde se nos insta a ser sinceros con nuestras palabras.
Recuerda, ¿Quién morara junto a Dios? El que habla verdad en su corazón.
3.- "El que no calumnia con su lengua". El diccionario nos define calumniar como "atribuir falsamente y con el fin de perjudicar palabras, actos o malas intenciones", o sea, cuando decimos que otros han dicho o han hecho cosas que no son verdad con el fin de perjudicarles.
¡Cuanto cuidado debemos de tener con las calumnias, con las acusaciones falsas y sin pruebas hacia los demás! ¡Cuantas vidas y relaciones rompen las calumnias y las murmuraciones! Este versículo va en relación al anterior. Debemos de tener mucho cuidado con nuestra lengua, con nuestras palabras.
Recuerdo de la importancia que la Palabra Divina le da a la lengua, a las palabras. Son multitud de pasajes que recuerdo y que podría citar, pero sobre todo se pueden resumir en Santiago capítulo 3. Te ruego que por favor lo leas y lo medites detenidamente.
Vemos y vivimos en una sociedad por lo general mentirosa, calumniadora, murmuradora. Por no hablar de las conversaciones malsonantes o como se dice ahora “subiditas de tono”.
Los cristianos debemos de distinguirnos y de sobresalir por nuestras palabras, por nuestras conversaciones serias, rectas, de verdad. Y si alguna vez tenemos que acusar, que tengamos pruebas irrebatibles, irrefutables. Siempre de cara, de frente a la persona que corresponda.
"¿Quién morara junto al Santo?" El que no calumnia con su boca.
4.- "Ni hace mal a su prójimo" Para mí, y es una temeridad por mi parte, el salmista se queda corto. Ya no se trata de no hacer el mal a nadie. Es que debemos esforzamos en todo momento y en todo lo posible en hacer el bien a todos. Debemos de ser conocidos por nuestra bondad y por nuestras buenas acciones.
Sin llegar a ser tontos o a que abusen de nosotros, sí debemos en todo lo posible ayudar a los demás, ser bondadosos. Y que deciros de no hacer mal a nadie. Es que sobra. Para dar un buen testimonio cristiano, que nuestras acciones y comportamientos estén impregnados de bondad.
"Ni admite reproche alguno contra su vecino" Va en la misma línea de lo anterior. Pero, ¿Por qué dirá nuestro vecino? Creo que todas estas características que estamos viendo y que Dios quiere de cada uno de nosotros han de comenzar por los más cercanos a nosotros, con los que vivimos y convivimos habitualmente. Ser buenos, sinceros y justos con el que vemos cada tres años o que nos invita alguna vez, solo con eso, no vale.
Eso es otra cosa que ya se ha perdido en nuestra sociedad. Antes, los vecinos se ayudaban unos a otros, se preocupaban en los momentos de baches o enfermedades. Hoy día, estas en un bloque de pisos donde nadie conoce a nadie, ni nadie quiere saber nada del otro. Cada uno allá con su problema, es lo que se piensa. Es más, si alguna vez hay alguna reunión o juntiña, es más para criticar que para otra cosa. Siempre generalizando.
Nuestro comportamiento y nuestra manera de vivir debe de reflejarse en todos, pero sobre todo, en los más cercanos.
"Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado". Buscando otra vez la definición de vil, se nos dice que: “es muy malo, innoble o digno de desprecio”. Ya hemos dicho que no debemos de juzgar a nadie, para eso ya esta Dios que no se equivoca.
Ahora bien, debemos de alejarnos, de apartarnos de aquellos que son viles, que son malos de verdad (que los hay, y muchos). Sus acciones deben de tener nuestra repulsa, nuestra denuncia. No debemos, como nos dice el Salmo 1, tener parte ni comunión con ellos. El que es malo, es malo, y lo que está mal, está mal.
Los malos, los criminales, asesinos, violadores... deben de tener toda nuestra repulsa y menosprecio, a menos que haya en sus vidas un cambio y un arrepentimiento sincero. Los cristianos debemos de estar de manera firme en contra del mal y de los malvados, y no tener parte con ellos.
Y en la acera opuesta, como nos dice la continuación del versículo "honrar a los que temen a Jehová", nuestro aprecio y apoyo debe ser para aquellos que andan de verdad en los caminos del Señor, que temen y obedecen al Maestro.
¿Dónde y con quienes nos encontramos más a gusto? ¿Dónde y con quienes compartimos y tenemos mas cosas en común? Tengamos cuidado con las compañías que frecuentamos y con los lugares. No todo nos conviene o nos puede ayudar en nuestra vida cristiana. Es más, y sin hacer nunca acepción de personas, cuidemos que nuestro comportamiento y nuestro testimonio, sea el lugar en el que estemos o con las personas que estemos, corresponda a lo que Dios espera de nosotros.
"El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia" Esto es ya una utopía humana. Para el ser humano, lo primero son sus interés personales, los segundo también, y por último, más de lo mismo. Las palabras y las promesas ya no tienen valor ninguno ante los intereses personales o económicos. ¿Ocurre lo mismo con nosotros? Sabemos mantenemos fieles aunque esto vaya en contra de nuestros intereses o de nuestras personas. Esto requeriría un estudio aparte, como cada uno de los versículos que hemos ido leyendo.
Solo te ruego que ahondes más en esto que hemos visto muy por encima, muy superficialmente.
¿Quién morara en tu santo monte? ¿Quién habitará en tu tabernáculo?
Francisco Valdelvira Alanís.
Miembro de la Iglesia de Cristo en Sevilla